El año que cambió nuestras vidas

Murciélagos, pangolines, humanos y mercados húmedos.
Mutaciones y salto entre especies.
                Estiran la cuerda
Contagios, contagiados invisibles, sin síntomas, contagian.
                Estiran la cuerda
Cada vez son más y la cuerda cada vez más floja.
                Colapso sanitario
Muertes, muertes, muchas muertes.
Llegamos tarde, no se pueden contener.
                Y estiran la cuerda
Globalización.
                Se estira aún más la cuerda
Los contagios asaltan impunes a los ciudadanos de todos países.
                Rompiendo la cuerda invisible que los une
Cierre de fronteras.
Como todo lo que se rompe, emite un quejido, un grito, de ahí este poema.
                La cuerda es curva
Solo hablan de la curva.
                 Doblar la curva
Incertidumbres, muchas incógnitas y escasas certezas.
                 Improvisación
Nunca fuimos tan limpios.
                 Lavado de manos
Ni tan asociales.
Nada de besos, abrazos, dar la mano.
Distancia social
Muertes, muertes, muertes, muchas muertes.
Miedo, miedo, miedo, mucho miedo.
                 Familias destrozadas
Desconsuelo.
                 Confinamientos
Soledad.
                 Doblar la curva
Angustia, ansiedad, desolación.
                 Mascarilla sí, mascarilla no
Las evidencias van llegando.
                 No sabemos nada, pero todos opinan
Cada vez vamos conociendo más.
                 Todos son expertos
                  Mascarilla SÍ
Muertes y más muertes.
                 Cansancio, agotamiento
                 Estirando la cuerda
Desescalada.
                Esto sí, esto no
                Ahora sí, ahora no
¡Oíd! ¡Oíd el lamento de los que no se pudieron despedir!
                Impotencia
               Dolor, dolor, mucho dolor, tanto dolor y desconsuelo

Esta es la sucesión incesante de palabras que invadían mis pensamientos, desafiantes ante el cambio de realidad que, como todos, iba sufriendo.

Quiero ser como el junco.

Quiero ser como el junco, se dobla como la curva, pero siempre logra mantenerse en pie.

Mi mundo, tu mundo, ahora es otro. Tú y yo aún caminamos de puntillas tambaleándonos, pero caminamos, y cuando quedemos libres de los males de este conjuro podremos estar orgullosos de haber pasado uno de los peores años de nuestras vidas.

Quiero ser como el junco, flexible.

Verás, no sé a ti, pero la pena, la tristeza, la incertidumbre, la tremenda bofetada de realidad con la que te acosa un sentimiento, tan nuevo como profundo, de fragilidad desnuda, llegó a ocupar la mayor parte del tiempo en el que estaba confinada. ¡Qué extraño era todo! Por otro lado, me consideraba privilegiada por tener un trabajo con el que poder ayudar repartiendo dosis de información y calma, pero interiormente me protegía encogiéndome ¿Por qué no lucía estirada y flexible como el junco?

Nos pilló desprevenidos, sin las mochilas cargadas ni los kits de supervivencia preparados. No era tan fuerte como pensaba.

Días llegando a casa con miedo a contagiar a tu familia, abriendo sigilosamente la puerta para que nadie se acerque a recibirte, desnudarte a toda prisa delante de la lavadora e introducir en ella la ropa que has llevado bajo la bata blanca.

Batas blancas que lloran con desconsuelo a aquellos que nunca más podrán vestir, mis compañeros. José Tomás. Carmen, Nieves, Florentina, Santiago, Adriana, Óscar, Teresa, Julio, Amparo, Pedro, Manuel, Hilario, Fco. Javier, Dionisio, Manuel… ¡Cómo duelen! Pesar, porque como otros muchos sanitarios, seguimos cayendo.

Quiero ser como el junco 

Transcurrían uno tras otro los días del confinamiento. Las calles vacías y las casas llenas. Imaginaba algunas con un solo habitante inmerso en una profunda soledad durante días, muchos días con la compañía sórdida de un televisor que emitía números rojos de manera incesante, como la de Joan o la de la María. En las ciudades reinaba un desconcertante trasiego de cruce de sirenas, y en los pueblos, la calma iba dando paso a la desidia.

Toda la ayuda que estuviera en mi mano era poca. Y mientras tanto, miedo a abrazar, a acariciar y a besar. Miedo a que quizás esta imagen de rechazo protector llegue a convertirse en un acto reflejo.

El miedo, el desconocimiento, la inseguridad, el bombardeo continuo de información, el ruido, un incesante ruido que no ayuda a desconectar, no puedes pensar.

Nos cambió la vida y nos resistíamos.

Quiero ser como el junco. 

Familiares de amigos, pacientes y conocidos, muchos nos han dejado en el camino. ¡Cuánto duelen! ¡Cuánta impotencia y amargura! Y la garganta cada vez más anudada con un grito ahogado que sigue sin poder salir.

Quiero ser como el junco.

Y la distancia, hace mella ¿sabes? Cuando quienes más te importan están lejos, las lágrimas se amontan tanto que se derraman solas. La tierra que me vio crecer fue terriblemente azotada y sus ciudadanos, muchos de ellos mis pacientes, alcanzados.  

Quiero ser como el junco porque llegado a este punto ya solo puedo protegerme en mi escondite, encogida y abandonada a la suerte de un bucle persistente que no hace más que alimentar mi ansiedad.

Las incertidumbres se fueron tornando a certezas, algunas cogidas con pinzas porque variaban de la noche a la mañana. Agotador volver a desmentir lo que valía ayer, que no sirve hoy y quizás vuelva a ser útil mañana sazonado con una de las frases más pronunciada durante la pandemia, por lo que sabemos… Frente el desánimo, quiero ser como el junco.

Ante el caos, soluciones. Y se produjo el mejor escenario posible: ciencia libre y compartida. Hemos tenido la suerte de poder asistir a la transmisión en directo de la ciencia minuto a minuto. Da vértigo pensar que en un solo año se ha caracterizado una nueva enfermedad, secuenciado el genoma de un nuevo virus y hasta disponemos de vacunas que ya están empezando a proteger a la población. Nunca hemos sido tan conscientes de que sin ciencia no hay futuro.

Entre tú y yo, comenzaré el año como el junco, soportando el encharcamiento. ¿Sabías que requiere una gran cantidad de agua para crecer adecuadamente y no se riega? solo hay que darle de beber para que nunca le falte agua sin necesitar un buen drenaje.

Y sobre todo, quiero agradecerte tu tiempo, tu interés en lo que cuento. Me siento afortunada porque, a pesar de todo lo que estamos sufriendo con esta terrible pandemia, caminas a mi lado. ¡Gracias por estar ahí, al otro lado! Te deseo todo lo mejor en este año que entra repleto de incertidumbres, pero iluminado con el rayo de esperanza que nos traen las vacunas, que luzcas elegante pero flexible, como el junco, llenando de vida allá donde esté tu estancia.  

Quiero ser como el junco

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3 comentarios en “El año que cambió nuestras vidas

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